
Llegó el Orgullo y los macarras de la moral (que cantara Serrat) aprovechan como siempre la mala baba que les atormenta como seres “humanos” para dejar claras sus bochornosas y antediluvianas ideas en cualquiera de los foros posibles y, ahora sí, sin rubor alguno sobre sus propios pensamientos intransigentes.
No se avergüenzan, no.
Redes sociales, tertulias televisivas o conversaciones informales se llenan de nauseabundos
lugares comunes sobre lo que debería ser o expresar una persona LGTBIQ+. Eso sí y esta es la
novedad signo de nuestros tiempos, desde una lamentable y peligrosa corrección política
(léase heteropatriarcal, normativa, como Dios manda porque ellos son de misa diaria) que
conforma el disfraz perfecto, el de siempre pero actualizado con el que pretende el odio pasar
desapercibido como una respetable posición más entre las ingentes cantidades de información
consumidas a diario.

Al “bollera de mierda” o “me das asco maricón” lo sustituyen “lo que haga cada uno en la
cama, es cosa suya”, “pero ¿qué reclaman? ¿qué más quieren? ¿no tienen bastante si ya se
pueden casar?” o “que no toquen a nuestros hijos”.
¿Les suenan estos mensajes?
Siempre vuelven a casa por el Orgullo. Que no lo intenten vestir de corrección política o libertad, esa
palabra tan manoseada últimamente por aquellas y aquellos a las que el colectivo nos les
merece unas palabras de apoyo, ni un gesto público, pero después pactan con los odiadores
profesionales de lo diferente y se hacen fotos en Chueca por un puñado de votos:
se llama LGTBIQ+ fobia vestida de oportunismo político y es antidemocrática, no hay más.
Porque tras estas proclamas se esconde una política de sumisión y desigualdad, alentada
desde ciertas posiciones ideológicas y asumida por mucho votante de grandes tragaderas y
nula memoria histórica, egoísmo puro y duro.
Es el hacer porque me lo permiten, el agradecer que recibir insultos, vejaciones, discriminación o acoso escolar y/o laboral no sean el pan nuestro de cada día, el pisar cabizbajo un mundo que no te corresponde porque te dejamos habitar en él; ¡mira qué tolerantes somos! Es la corrección política convertida en abyección y mensaje aceptable y aceptado. Es el camuflaje libertario de la discriminación intolerable en el siglo XXI.
¿Por qué no hay orgullo hetero?
Es que te tienes que reír.
Admitámoslo. Es agotador apelar continuamente al sentido común y al respeto cada año por
estas fechas. La realidad sigue siendo tozuda pero no queda otra que insistir hasta quedarnos
sin voz.

Cada 28 de junio y cada día de nuestras vidas, por la dignidad y la libertad. Porque se
llama LGTBIQ+ fobia y es peligrosa.
Déjenme no hablar como ellos, déjenme ser no políticamente correcto esta vez: Para esos
patriotas de pacotilla que quisieran emigrar a un país íntegro como Hungría (ya están tardando
en comprar el billete de avión), para esos intentos de padre o madre que prefieren que sus
hijas e hijos crezcan sabiendo que el rarito al que insultan en la clase se lo tiene merecido
porque piensan que educar en igualdad es adoctrinar, para esos mentecatos que llaman
globalismo o dictadura (ellos sí que saben del tema) LGTBIQ+ al respeto y la tolerancia hacia la
diversidad…
En definitiva, para esos memos que escudándose en lo políticamente correcto
vomitan odio al no saberse los únicos que merecen igualdad como ciudadanos.
¡Feliz Orgullo!
Seguiremos…